Por qué repetimos los mismos errores y elegimos las mismas parejas

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Por qué repetimos los mismos errores y elegimos las mismas parejas

El presente artículo es un acercamiento que intentar explicar por qué algunas personas tienden a escoger el mismo tipo de personas cuando inician una relación así como al estilo que usan para interactuar con ellas. La reproducción de estos patrones de comportamiento, que suelen ser relativamente estables en el tiempo, suelen estar guiados por motivos inconscientes que se desarrollan en la infancia y que pueden variar poco o nada a lo largo del desarrollo del individuo.

Por qué escogemos los mismos tipos de personas

Todos conocemos a personas que se lamentan constantemente de lo mal que les va en las relaciones amorosas. Dicen que siempre se encuentran con el mismo tipo de parejas, hombres o mujeres con las que emprenden relaciones con muchas ganas e ilusión, pero que siempre acaban de la misma manera, y esto suele ser en forma de catástrofe que deja al enamorado destrozado tras la ruptura. La pregunta aquí es
clara: ¿Es mala suerte o estamos siguiendo un guión preestablecido que hace que siempre repitamos las mismas historias?

Según algunos autores la respuesta se encuentra cuando analizamos cómo nos vamos formando desde que nacemos hasta que nos convertimos en personas con edad de buscar relaciones amorosas. Para empezar hay que entender que el cerebro se construye a lo largo de nuestra evolución como personas, y para que se forme total y completamente necesitamos de otros individuos de nuestra especie que nos protejan y estimulen, así como un ambiente que nos proporcione todo lo necesario para nuestro desarrollo. Pues bien, nuestra cultura y sobre todo nuestras figuras tempranas de apego, son cruciales para la formación de nuestro cerebro así como de nuestra personalidad. Si bien es verdad que existe una carga genética en nuestra forma de ser (conocida como temperamento), la interacción con los nuestros es lo que hace que nos desarrollemos como humanos. Si esto lo extrapolamos a las relaciones, tenemos que tener en cuenta que nuestra forma de comunicarnos con los demás vendrá aprendida de lo que hemos vivido, especialmente de nuestra familia de origen, que suelen ser nuestros padres y en especial, la relación con nuestra madre*.

Atendiendo a esto, es fácil entender que nuestra forma de ver la vida venga dada por aquello que hemos vivido a lo largo de nuestra existencia. Y nuestras relaciones estarán fuertemente influidas por lo vivido con nuestros padres, así como por la relación que hemos visto que estos tienen entre sí. Y es en este punto donde podemos entender que existe algo dentro de nosotros que podemos llamar “guión de vida”, que es un plan que seguimos de manera inconsciente porque lo que buscamos con nuestras acciones es satisfacer algún tipo de necesidad. De ahí que se repita el mismo tipo de relaciones o el mismo tipo de parejas a lo largo de nuestra historia personal. Es decir, cuando actuamos, nos movemos por la motivación de solucionar algún tipo de necesidad creada a lo largo de nuestro desarrollo. Esto, unido con que tomamos a nuestros padres o figuras de apego tempranas como modelo a seguir (o a evitar) en nuestras relaciones, explica en gran parte los motivos que nos hacen entrar en el bucle de los fracasos amorosos.

Y entonces se plantean dos preguntas lógicas: ¿Cuál es esta necesidad? ¿De dónde surge? Ambas preguntas tienen múltiples respuestas que dependerán de la persona que venga a consulta. Puede que en muchas personas la necesidad sea el hecho de sentirse única, especial, capaz de conseguir al otro, conseguir cambiar a la pareja para que sea mejor persona, o un largo etc. A estas necesidades los expertos en psicología transaccional le llaman “caricias”, y son necesidades que de pequeños no nos fueron satisfechas o que no sentimos como satisfechas, por lo que en la edad adulta utilizaremos diferentes estrategias para conseguirlas. Seguramente, dependiendo del estilo de apego desarrollado en nuestra infancia, tendremos unas necesidades y no otras, pero por lo general las caricias más habituales suelen ser:

• Protección.
• Comprensión.
• Reconocimiento.
• Afecto.
• Apoyo.
• Compañía.
• Agradecimiento.
• Respeto.
• Admiración.
• Obediencia, entre otras.

Como en nuestra sociedad se extiende la idea de que dichas caricias no se deben dar ni pedir, los adultos recurrimos a diferentes métodos de manipulación para obtenerlas del otro, las cuales habrán sido aprendidas a lo largo de nuestra vida. De este modo, se crean muchos de los problemas de comunicación en la pareja, la
cual entra en un juego en el que se produce el “triángulo dramático”, esto es, los miembros de la pareja adoptan diferentes papeles que hacen que la relación se sostenga gracias al problema que crean. Muchas veces, este problema o causa real proporciona síntomas, como pueden ser problemas en las relaciones sexuales de la pareja, pero lo que realmente se esconde debajo es un problema de roles y necesidades insatisfechas, mucho más complejas que la disfunción sexual. Por lo tanto, abordar el problema desde la raíz es fundamental para la resolución de los síntomas.

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