¿Qué es el triángulo dramático?

Partagez:

¿Qué es el triángulo dramático?

Un juego que desarrollan los miembros de una pareja que no se consideraría “sana” según los terapeutas. Este juego tiene un objetivo básico: mantener la unión. Se basa en la idea que siempre es mejor tener algo, aunque sea malo, doloroso o perjudicial, que no tener nada, por lo tanto la pareja no ha de disolverse de
ninguna manera y para ello cada miembro desarrolla un rol. Las parejas suelen compenetrarse bien en este juego, puesto que los roles son complementarios, los problemas surgen cuando alguno de los dos miembros quiera salir de este juego, lo que hace que comiencen los conflictos en la pareja, que suele expresarse con
diferentes síntomas.

Los roles que asume cada miembro de la pareja son:

• Salvador: Necesita que le necesiten, manipula incapacitando al otro. “Si no fuera por mi…” Este rol queda reflejado por otras corrientes como el papel de “madre”, que necesita a un hijo al que cuidar y proteger, al mismo tiempo que necesita sentirse útil.
• Víctima: Necesita ser protegida. Su manipulación es dar lástima. “Yo no puedo”, “que haría sin ti”, “te necesito”. Verbal o no verbal. También se puede identificar este rol como “el niño” que busca una madre que le proporcione cuidados.
• Perseguidor: Es un rol que aparece si uno de los dos miembros de la pareja intenta salirse del juego dejando de usar alguno de los dos papeles anteriores. El perseguidor necesita sumisión, su manipulación es atemorizar. “Sí, pero…”, “No vas a poder”. El perseguidor crea a la víctima, le pone pegas las actitudes, pensamientos y conductas del otro para poder dominarle. Es una manera de anular el criterio y el poder del otro y mantener el equilibrio perseguidor-víctima.

Como he apuntado, si uno de los dos miembros quiere salir del juego, comienza el conflicto. No quiero profundizar en este tema pero es fundamental conocer el triángulo dramático, que en el fondo es similar a la relación madre-hijo que presentan algunas parejas, para entender los errores que se comenten en las
relaciones desde el “punto de vista femenino”.

¿Por qué errores desde el punto de vista femenino?

El ser humano no adopta un rol femenino ni masculino de nacimiento, sino que es la sociedad la que nos dicta el papel que tenemos que desempeñar, por lo tanto, cada uno es influenciado directa o indirectamente por ambos roles, por lo que todos tenemos un lado femenino y otro masculino, creando un continuo en el que
nos situamos más o menos en un extremo u otro.

Por eso podemos ver hombres que desarrollan un rol que es más específicamente femenino (definido el rol por la sociedad en la que vivimos) y mujeres con roles más típicamente masculinos, etc. Con lo cual, cuando diga “mujer” me refiero a personas que adoptan roles más femeninos que masculinos.

El lado femenino tiende a la protección y a la pasividad, sobre todo porque eso es lo que nos han enseñado a lo largo de generaciones de patriarcado y cultura tendente al poder del hombre sobre la mujer. A parte de esto, nosotras como mujeres o hembras mamíferas que somos, tenemos la capacidad de sacrificarnos por otra persona para asegurar su vida, y esta persona es, por supuesto, nuestro bebé. Esto no quiere decir que por tener esta capacidad, la capacidad de dar la vida, tengamos que hacerlo o que no podamos refrenar ese instinto. El instinto maternal en sí, ponerlo en práctica o no, no es un problema. Es más, no tiene por
qué existir, si bien es verdad que en el momento que la mujer decide ser madre un cúmulo de hormonas comienzan a prepararla para proteger a su hijo, posiblemente por encima de cualquier cosa, siempre y cuando el medio en el que se hallen tenga los recursos suficientes para garantizar la salud y la vida de ambos.

El problema es que a veces nos sacrificamos no por un bebé, sino por un hombre como si fuera un niño, perdiéndonos en éste, aguantando conductas que no deberíamos aguantar porque nos dañan, igual que una madre aguanta que su hijo no la deje dormir en toda la noche con una estoicidad admirable. Porque ver la
sonrisa de su hijo, ver que está bien y que crece sano, borra cualquier falta hacia ella por parte del pequeño, el cual lo hace sin darse cuenta, porque es un bebé, cosa que deberíamos recordar cuando hablamos de un hombre adulto, que sí sabe perfectamente lo que hace.

Si la mujer decide (inconscientemente) ver en el hombre a un niño desamparado, se sacrificará “in extremis” por el otro, aguantando todos los improperios para perdonárselos a voz de pronto con solo que éste ejecute una llamada, o tenga un pequeño detalle, o vuelva cuando él quiera. Y la mujer, aunque muchas veces con
resentimiento, vuelve al ruedo y perdona como si nada hubiera pasado. Porque muchas veces su vida ha quedado apagada porque él había desaparecido, como si él tuviera un mando que activa y desactiva a la mujer cuando quiere. Todos conocemos a mujeres que se ponen de mal humor, o no comen, no salen de casa, o se hinchan a helado de chocolate, porque han discutido con “su” hombre. Y que parecen renacer cuando éste vuelve a aparecer en escena. Mujeres que en otros campos son totalmente independientes, parecen dominadas cuando establecen una relación con un hombre. Esto no quiere decir que tengan una autoestima baja y que por eso se dejen tratar así por un hombre, muchas veces es justo lo contrario.

Una mujer fuerte, decidida e independiente, asume al hombre como un reto, algo que ella puede mejorar, lo que la mayor parte de las veces deja a la mujer agotada y con otra historia amorosa que acaba en un desastre inentendible para ella y los que le rodean. Y es que, tratar al hombre como un bebé es solo una parte de los
errores que las mujeres cometemos. Porque, como para cualquier madre, el bebé es su dios, no hay nada más maravilloso que nuestro bebé. En el caso de la madre verdadera tiene una explicación muy lógica: Su pequeño dios es parte de ella, si ella lo cuida y lo ama puede llegar a ser un hombre maravilloso, y ella se sentirá orgullosa de lo que “ha creado” (es una forma de hablar, las madres quieren lo
mejor para su hijo, por esto dan todo de ellas).

El problema es cuando “endiosamos” a un bebé con barba y patas de gallo. Este bebé adulto, al que convertimos en dios, no se aleja de esta visión. Nos enamoramos de lo que el hombre “puede llegar a ser” y no de lo que es. De lo que nosotras podemos sacar de él, del hombre bueno que nadie ve, que solo nosotras
sabemos que existe, y al cual nosotras le vamos a ayudar a salir para que todo el mundo lo vea, que todo el mundo admire la transformación que nosotras hemos logrado y de paso que admiren el pedazo de hombre, de dios, que está a nuestro lado. Un dios tan maravilloso que entre todas las mortales nos ha escogido a
nosotras como su sierva. Lo que, por qué no decirlo, hace que se nos suba la autoestima, que nos sintamos importantes, necesarias, indispensables, exactamente igual que una madre es indispensable para que un niño consiga sobrevivir.

Pero las mujeres no somos las únicas culpables de todo esto. Si analizamos la sociedad vemos que desde pequeños nos lo han inculcado en la literatura, la televisión, el cine y en general por todo lo que rodea al rol de la mujer. Un ejemplo sería la famosa y reciente obra: “50 Sombras de Grey”, donde Grey “escoge” a
Anastasia y ésta, a base de amor incondicional, saca su lado tierno que esconde ese hombre maltratado-r. Un buen consejo para darle a las pacientes es que si su pareja tiene problemas para sacar su parte buena, que se vaya a un psicólogo. Lo único que conseguirán en su lucha será dejarse en segundo lugar y salir muy mal
paradas. Hay que hacer entender tanto a mujeres como hombres que una cosa es estar al lado de la pareja en momentos difíciles y otra muy diferente es aguantar estoicamente todo lo que el otro decida hacer, porque puede convertirse, en los casos más extremos, en maltrato encubierto y en los más ligeros, en un amor mal
encauzado que les hará mucho daño.

(Visited 1 times, 1 visits today)
Partagez:

Articles Simulaires

Partager
Partager